Para la historia, el rey de los hunos fue el diablo. Para sus descendientes, un hombre santo.
Por donde pasaba su caballo sí crecía la hierba. No fue un bárbaro sanguinario, sino un padre espiritual, el estandarte de un pueblo y de un modo de vida. Ése fue Atila, rey de los hunos, para los que dicen ser sus descendientes: unos 2.500 húngaros que reclaman ahora su reconocimiento como minoría étnica, lingüística y religiosa en el Parlamento de Hungría. Incluso existe la Iglesia huna.
Para la historia, él fue el azote de Dios, con ansias de conquista. El hombre que puso en jaque a cristianos y bárbaros, aterrorizando al Imperio romano en su caída. Sólo el Papa León I, dice la leyenda, evitó que arrasara Roma. Venecia se fundó en medio de una laguna para huir de su poder. Hasta la Muralla China se construyó para combatir el envite de sus antepasados. Atila murió en el 453 d. C. Nadie sabe dónde está su tumba y tampoco lo que crecía o dejaba de crecer tras el paso del caballo de Atila. :)
Películas: Atila, rey de los hunos (Douglas Sirk, 1955); Atila, el huno (Dick Lowry, 2001).
(Fuente: 20 minutos)
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