En 1898, los partidarios de combatir la presencia extrajera habían alcanzado cotas de poder en el Gobierno chino y buscaron un acuerdo con los bóxer. La protesta antioccidental se inició con agresiones contra personas y bienes extranjeros, aparentemente condenados por la corte, pero con el beneplácito de la emperatriz Tze Hsi. Las acciones aumentaron en 1899 (cortes de líneas de telégrafo, destrucción de las vías de ferrocarril) y fueron asesinados 231 europeos y miles de chinos cristianos. Los bóxer entraron en Pekín en mayo de 1900, hecho que motivó el envío en junio de un contingente de tropas occidentales (2.100 hombres) con la misión de proteger la línea del ferrocarril que unía la ciudad con Tianjin. El nombramiento de un príncipe xenófobo, Duan, como ministro de Asuntos Exteriores el día 10 del mismo mes, mostró el apoyo de palacio a la revuelta. La emperatriz ordenó la detención y el regreso de la columna occidental tres días más tarde. Una semana más tarde los bóxer conminaro