En al año 313 mediante el famoso “Edicto de Milán” el Emperador San Constantino legaliza el cristianismo y junto a su madre, Santa Helena se “convierten” al cristianismo, siendo esta una figura clave en la decisión política.
Desde el principio del cristianismo como lo conocemos, en el siglo III, las llamadas reliquias fueron muy importantes en crear las bases de la nueva religión. Con nada sólido con que comenzar un nuevo culto, los flamantes lideres y/o creadores del cristianismo político se lanzaron a buscar pruebas físicas como para poder convencer a los paganos.
Constantino envía a su madre a buscar “pruebas” que pudiera sustentar las fábulas de la secta. Santa Helena es enviada a Jerusalén a buscar la mítica “cruz” en la cual el carácter principal de la mitología cristiana Jesús, supuestamente fue crucificado. Los cristianos cuentan que cuando Helena llegó a Jerusalén, mando a llamar a todos los Rabinos de la ciudad. Estos sorprendidos por tan peculiar cita, acuden intrigados.
En el lugar de la audiencia, con la madre del emperador, ésta los insta a decirles el lugar de la supuesta crucifixión o se tendrían que atener a las consecuencias. Los Rabinos perplejos y sin saber que contestar son ordenados a ser quemados vivos por Santa Helena. Aterrorizados por tal locura y crueldad los Rabinos deciden “entregarle” un tal Judas (no Iscariote), por supuesto) que supuestamente sabia donde encontrar los objetos que la mujer buscaba.
Judas fue traído ante ella y le dio a elegir entre decirle donde se encontraba la cruz o morir de hambre. Espero seis días sin comer hasta que los Rabinos pudieran ubicar madera vieja.
Según la mitología cristiana:
“Judas pidió ir a un lugar y hubo terremotos después que rezara, olor a perfume lleno el aire y Judas se convirtió milagrosamente. Cerca había un templo a Venus, el cual Helena ordenó que destruyeran. Allí Judas comenzó a buscar y encontró tres cruces las cuales entregó a Helena. Ésta probo la autenticidad de las cruces acercándolas a un muerto quien volvió a la vida milagrosamente. Otras historias cristianas cuentan que curó a una mujer y otras dicen que fueron utilizadas para ubicar la inscripción de Pilato.
Otras crónicas cristianas cuentan que:
“Después de una vigorosa conversación con el demonio Judas fue bautizado y llego a ser el Obispo Cyriaco. Después de esto, Santa Helena lo mandó a buscar los clavos de Cristo. Él los encontró lustrados y resplandecientes como el oro y se los entrego a Helena, quien partió con ellos y un trozo de la verdadera cruz.. Se los entregó a Constantino quien puso uno en la brida de su caballo, otro en su casco y el tercero fue arrojado al Mar Adriático, según otras versiones, Helena recibió solo dos clavos que fueron usados en la brida y el casco y el tercero nunca fue encontrado porque según Judas, Cristo se lo llevó puesto al cielo.”
Durante la Edad Media, había tantos trozos de cruz verdadera que se podría decir que eran un bosque. Calvino dijo que la cantidad de madera reconocida como parte de la “verdadera cruz”, “podría haber llegado a construir una buena flota de barcos”.
La vergonzosa lista de fraudes y objetos absurdos es interminable, ya para el siglo IX las iglesias de Europa y Asia poseían todo tipo de huesos, dientes, pelo, tela y ropa de santos de dudoso origen.
Al final recordemos lo que dijo el Papa Leo X, “La fábula de Cristo ha sido tremendamente provechosa para la Iglesia” y una vez más, nos tenemos que preguntar porque la fuerza, la falsificación y el fraude fueron necesarios para diseminar la “buena nueva” predicada por el “hijo de Dios”.
Pasaje de la historia de Helena de Constantinopla
(Fuente: http://www.herenciacristiana.com)
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