Muy pocos de los 33 monarcas visigodos que gobernaron Hispania consiguieron acabar su reinado con éxito, puesto que la mayoría de ellos sufrieron asesinatos y traiciones de sus enemigos. En agosto de 415 d.C., el rey Ataúlfo se encontraba inspeccionando las cuadras de su palacio en Barcino (Barcelona), cuando un sirviente llamado Dubius le asestó por sorpresa varias puñaladas, acabando con su vida. Según parece, el regicidio se consumó a instancias de un sector de la nobleza goda, profundamente disconforme con las actuaciones del líder germano. El principal beneficiado por aquella violenta muerte fue Sigerico, quien ocupó el trono visigodo con ánimo de venganza hacia los seguidores de su oponente. En los siete días que duró su mandato, ordenó ejecutar a los seis hijos de Ataúlfo y humilló a Gala Placidia, mujer del rey y princesa romana de la que pensaba obtener inmensos beneficios por su rescate. Por fortuna para ella y para el resto de los godos, Walia –hermano de Ataúlfo– consiguió derrocar a Sigerico dándole el mismo fin que había tenido el primer jefe visigodo que puso pie en la península Ibérica, Ataúlfo.
PASAJE DE LA HISTORIA DE LA ROSA DE LOS VIENTOS
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