Ni Barcelona, ni Real Madrid, ni Valencia, ni Sevilla ni ningún otro. El único representante español en una final europea será esta temporada el Atlético de Madrid. El equipo de Quique Flores enfilará el camino a la gloria después de una noche paradisíaca, con tintes melodramáticos incluidos, en la que después de 102 minutos se acercaron, y de qué manera, a las proximidades del Edén. Éste tendrá lugar el 12 de mayo en Hamburgo ante el Fulham, que se cargó al anfitrión, y recogió, también a última hora, el billete a la gran final de la Europa League.
Fue un partido épico en el que el Atlético nunca desfalleció. Fiel a su historia, le tocó sufrir más de la cuenta, vio como el Liverpool le daba la vuelta a la eliminatoria y aun así, con la fuerza del corazón, se fue hacia adelante en una prórroga no apto para cardiacos. Pero con las estrellas sobre el rutilante verde de Anfield, las fuerzas de flaqueza se asomaron para dar la campanada cuando los ingleses ya se veían en la final y Reyes, en el minuto 102, sirvió la mejor asistencia de su vida para que Forlán sólo tuviera que empujarla.
El delirio rojiblanco estaba justificado. El 1-0 de la ida era un buen colchón para plantarse en ese museo del balompié que es el estadio situado en la ciudad de los Beatles, pero enfrente tenía un conjunto, el de Rafa Benítez, que si algo comparte con la entidad colchonera es ese afán de nunca darse por vencido, de lograrlo a base de casta, fe y mucho coraje. Pero anoche la balanza se desequilibró hacia el lado de los de Quique Flores, que a pesar de ver como su rival acariciaba el billete a Hamburgo, no tuvo la desfachatez de bajar los brazos.
Es curioso lo del Atlético, que deambula por el subterráneo en el campeonato doméstico y que, sin embargo, se transforma en competiciones ajenas. Si ya el 17 de mayo disputará la final de la Copa del Rey ante el Sevilla, cinco días antes se las verá ante el Fulham inglés por el trono europeo. La eliminación a primeras de cambio de la Champions League ha servido de bálsamo, no de castigo, para la afición del Manzanares, porque pocos, muy pocos, apostaban por pelear a estas alturas por pelear por dos títulos.
En el choque de anoche el Atlético se vistió de gala y sólo vio al principio como el Liverpool metía miedo. Pero un genial De Gea, aliado por un Perea excepcional, supieron cómo detener las embestidas locales. El Liverpool se adelantó a los 43 minutos gracias a Aquilani, pero los de Quique Flores no se vinieron abajo. La eliminatoria estaba igualada, y en la segunda mitad, pese a venirse a arriba y pelear por igualar el choque y pasar a la final, se llegó a una prórroga que empezó fatal y terminó brillante.
Pero el mazazo llegó con el tanto, nada más arrancar la antedicha prórroga, de Benayoun. El israelí batió por bajo a De Gea y celebró el tanto como si el del camino a Hamburgo se tratase. Craso error, porque si por algo iba anoche engalanado el Atleti era, precisamente, para echar un jarro de agua fría a los miles de seguidores reds que se dejaron la garganta por sus futbolistas. Y apareció Forlán, más desaparecido que otras noches, para finiquitar como él mejor sabe, un pase magistral de un Reyes crecido.
Faltaban todavía 20 eternos minutos, pero los rojiblancos se plantaron para dejar bien claro quién era anoche el mejor, quien, de veras, quería jugar una final europea 24 años después. Desde entonces, mucha agua ha pasado bajo los puentes y consigo muchas desilusiones, descensos y sufrimiento. Pero por fin, el Atlético de Madrid, sus seguidores, todos, vuelven al paraíso. Que se prepare Neptuno porque esta temporada puede ser más histórica. Porque de momento, y digan lo que digan, ya lo está siendo.
(Fuente: Notasdefutbol)
Comentarios