La desamortización debe ser considerada como un proceso, que abarca desde Carlos IV hasta la mitad del siglo XIX[1]. La propiedad de la tierra durante la primera mitad del siglo XIX estaba en las mismas manos que en el Antiguo Régimen, la Iglesia(sobre todo las órdenes religiosas), la nobleza rentista, el Estado o los municipios (bienes de propios y comunales). Lo que tratan los distintos gobiernos liberales es de conseguir la propiedad libre, absoluta e individual. Lo contrario sería una explotación poco racional, son las manos muertas, es decir, estaban amortizadas, sin que pudieran entrar en el mercado, sin poder disponer de ellas. De esta forma quienes consigan un aprovechamiento de la tierra irán acumulándola al comprar aquellas de quienes no han sabido sacar provecho. De paso un cultivo mejor también consigue aumentar la producción agrícola y acabar con la escasez.
La propiedad es sagrada, un derecho natural, sustento de la felicidad, es el sustento de la riqueza de las naciones. El Estado debe garantizar esa propiedad que proporciona la libertad, e intervenir lo menos posible. Se trata de proporcionar las condiciones necesarias para que aumenten el número de propietarios y, con la aplicación de su trabajo sobre dichos bienes, creciera la felicidad personal, y con ella, la riqueza nacional.
La propiedad es sagrada, un derecho natural, sustento de la felicidad, es el sustento de la riqueza de las naciones. El Estado debe garantizar esa propiedad que proporciona la libertad, e intervenir lo menos posible. Se trata de proporcionar las condiciones necesarias para que aumenten el número de propietarios y, con la aplicación de su trabajo sobre dichos bienes, creciera la felicidad personal, y con ella, la riqueza nacional.
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