En 1556 Carlos V abdicó en favor de su hijo Felipe II. El legado del emperador Carlos no fue sólo la Península Ibérica, sino también los territorios europeos que controlaba el Imperio.
El primer problema que se encontró Felipe II al llegar al trono fue la ambición de Francia de apoderarse de Nápoles y la Lombardía. Esto quedó patente con la alianza entre el rey francés, Enrique II, y el Papa Paulo IV. El monarca español ordenó entonces al duque de Alba marchar con sus tropas contra los Estados Pontificios, llegando éste hasta las puertas de la misma Roma. Temeroso entonces el Papa de que se produjera un saqueo solicitó un armisticio que le fue concedido inmediatamente, ya que Felipe II no quería enemistarse con el papado puesto que España era un referente entre las naciones cristianas.
En estas estaban cuando el francés duque de Guisa se acercó a Nápoles aunque no avanzó gran cosa en la conquista de este reino. Felipe II, entonces, ordenó al general Manuel Filiberto de Saboya la invasión de Francia.
En una jugada magistral, el duque de Saboya hizo creer a los franceses que se dirigía con su ejército hacia Guisa, lo que determinó un error estratégico por parte de Francia, que envió a sus tropas al lugar equivocado. Lo que hizo el general español fue dirigirse hacia San Quintín, localidad situada en la Picardía, al norte de Francia. El ejército español estaba formado por unos 60.000 hombres, 16.000 jinetes y artillería, más 7.000 soldados ingleses que se sumaron debido al vínculo de Felipe II con María Tudor.
Cuando los franceses fueron conscientes del engaño ya era demasiado tarde. Acudió el condestable Montmorency con 30.000 hombres y 6.000 caballos e intentó vadear el Somme para llevar refuerzos a la plaza. Enterado el general español, reforzó la defensa del vado con 500 arcabuceros haciendo retroceder a los franceses, que en su intento de retirada se toparon con la caballería española sufriendo una importante derrota.
Tan desconcertados quedaron los franceses con esta derrota, que los generales españoles propusieron abandonar San Quintín y marchar sobre París. A Felipe II no le gustó la idea y ordenó finalizar primero la toma de San Quintín cometiendo quizá un error, ya que mientras sus ejércitos se demoraban allí los franceses tuvieron tiempo de reorganizarse y llegar a París a tiempo para defenderla.
En conmemoración por esta victoria Felipe II ordenó construir el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El monasterio fue dedicado a San Lorenzo por haber tenido lugar la batalla el 10 de agosto, festividad de este santo.
(Fuente: aseandohistoria.blogspot.com)
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