Cuando hablamos de niños y de salud, hay un montón de enfermedades y dolencias que nos preocupan, y que los padres más interesados quieren conocer aunque no sean especialistas y no haya ningún problema. Al fin y al cabo, el conocimiento no solo es poder en el sentido de que tienes en tu mano la vía para reaccionar a tiempo porque te enfrentas a algo conocido, sino que en ocasiones se convierte en algo muy práctico para no preocuparnos por algo leve. Una de esas enfermedades bastante frecuentes y que a muchos asustan es precisamente la laringomalacia, de la que hoy te queremos hablar en Pequelia.
Aunque tenga uno de esos nombres prácticamente impronunciables, la laringomalacia no es más que una enfermedad que afecta como su nombre indica al sistema respiratorio, en particular a la laringe. El diagnóstico de esta enfermedad se establece con una prueba conocida como nasolaringoscopia, y los síntomas más comunes comienzan a aparecer a las semanas de vida, aunque puede darse en casos en bebés recién nacidos, algo bastante menos común que en el otro sentido. Pero ¿cómo saber qué ocurre cuando se padece esta enfermedad?
En realidad, lo que provoca la laringomalacia es estridor con fluctuaciones. Éste se puede acelerar con el llanto y también con la alimentación del pequeño. Además, se puede notar una mejoría según la postura en la que mejor esté el bebé, siendo la más recomendable en este caso la posición prona. Según las estadísticas, les afecta más a los niños que a las niñas, y la mayoría de los casos se resuelven en torno a los 18-24 meses de vida. De hecho, en el 90% de ellos no ha sido necesario recurrir a ningún tratamiento, tan solo prestar atención en esos momentos clave en los que se acelera, y procurar vigilar la postura del niño de manera constante.
Para los casos en los que esta dolencia provoca una obstrucción de las vías respiratorias tal que el niño tiene dificultades serias para respirar o para poder alimentarse de la manera correcta, entonces debe ser el médico el que decida que solución tomar en caso de diagnóstico efectivo de esta enfermedad. En los casos más llevaderos se les receta a los pequeños un suplemento de calcio, pero en los más complejos, hay que recurrir obligatoriamente a la cirugía, que aunque no es de las más complejas que existen, no deja de ser una operación en un bebé.
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