En el informe titulado “Dotando de WiFi a los próximos mil millones de dispositivos”, Vamsi Talla, Bryce Kellogg, Benjamin Ransford, Saman Naderiparizi, Shyamnath Gollakota y Joshua R. Smith, estudiantes de la universidad de Washington, citaban a Nicola Tesla. Un gesto que hace justicia a la memoria de este visionario maldito, olvidado primero y ahora reivindicado por muchos como uno de los grandes genios de la ciencia y la tecnología.
El físico croata inició en 1901 el que iba a ser su proyecto más ambicioso, la torre de Wardenclyffe, mediante la cual pretendía transmitir a todo el planeta a través repetidores energía y comunicaciones de forma inalámbrica y gratuita. La famosa torre Tesla llegó a ser construida en Long Island e incluso funcionó en un par de pruebas, pero después el banquero J. P. Morgan, que era quien lo financiaba, abandonó el proyecto y la construcción terminó por ser destruida en 1917. Durante mucho tiempo se especuló acerca de las posibilidades reales que habría tenido la gigantesca antena si hubiesen permitido a Tesla desarrollar todas sus capacidades (incluso dos científicos rusos anunciaron hace años su intención de volver a levantarla), y hoy sabemos que sus intuiciones tal vez no estuvieran muy desencaminadas. De hecho, lo que los investigadores de la universidad de Washington afirman es que es pueden replicar -a pequeña escala- lo que Tesla pretendía para solucionar los problemas derivados del alto consumo de energía que requieren las comunicaciones inalámbricas.
Se calcula que hacia el 2020 habrá alrededor de 20.000 millones de objetos conectados a la red. La Internet de las cosas ya es una realidad, pero nos encontramos todavía en sus primeros balbuceos. Para la mayoría es habitual tener un ordenador, un teléfono o una televisión conectados a Internet, pero en muy pocos años también lo estarán nuestra nevera, el coche, los servicios de calefacción de la casa e incluso la ropa que llevemos puesta. Esta proliferación de conexión llevará asociada, sin duda, un enorme gasto eléctrico y ese es el problema que los investigadores de la universidad de Washington quieren resolver. Su sistema, que han denominado “wifi pasivo”, en lugar de obligar al router a que esté constantemente emitiendo una señal como sucede actualmente, aprovecha la capacidad que tienen las ondas de radio de reflejarse u rebotar para ahorrar energía.
El sistema saldrá al mercado en breve a través de Jeeva Wireless, la compañía que ha creado este grupo de estudiantes, y desde su página web aseguran que son capaces de ofrecer wifi 10.000 veces más barata que los sistemas actuales. Si están en lo cierto y su propuesta se generaliza, además de ahorrar electricidad, las baterías de nuestros dispositivos podrían alargar significativamente su vida. Ese será el momento en el que, como escribió April Glaser en Wired, todos tendremos que enviar a estos muchachos una nota de agradecimiento.
Fuente:
Entrevista y edición: Zuberoa Marcos, Juanlu Ocampos, David Giraldo
Texto: José L. Álvarez Cedena
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