A principios del siglo XVI, la toledana Leonor Brazana fue uno más de los descendientes de judíos a los que la Inquisición persiguió con saña. Su padre, un tal Garci Vázquez, cambiador de oficio, había sido quemado por judaizar, mientras que su tío paterno, Rodrigo Ortiz, fue condenado a llevar el sambenito por el mismo motivo. Para evitar problemas, Leonor adoptó el apellido de su madre, Francisca Barzana, que se salvó en el proceso contra su marido gracias a la protección de un canónigo. Una vecina testimonió que había oído varias veces a Leonor decir que los inquisidores habían matado a su padre, y ello sin culpa alguna de su progenitor, sino por ser ellos "bellacos y traidores".
En su barrio, Leonor era conocida como "beata", por el hábito franciscano que llevaba y que distinguía a cierto tipo de mujeres laicas que se entregaban a la oración. El término, sin embargo, también se aplicaba a mujeres que aseguraban poseer dotes sobrenaturales propias de la magia, como era el caso de Leonor, según indican varios testimonios.
Una vecina la visitó una vez para pedirle noticias sobre su marido, ausente desde hacía tiempo. La beata le dijo que había tenido la revelación de que el marido estaba muerto, pero la instó a rezar a la Virgen y a San Juan Bautista durante nueve días, y a punto de cumplirse el plazo reapareció el esposo. "Grande es esta oración de la beata", dijo la vecina. Otros la llamaban "la estrellera" y la calificaban de "mujer soberbia y fantástica y muy recia de ánimo [...] que no hay quien pueda con ella".
Cuando otra vecina se puso de parto, la beata salió a la puerta con una candela encendida, musitó unas palabras y tuvo una visión profética: contempló el cielo abierto entre rayos y un pájaro le rozó la cara a la altura de la nariz. Al nacer el niño, la beata insistió para que lo llamaran Gabriel y le pronosticó que sería un sabio religioso.
Todos estos episodios salieron a la luz en el proceso que se le instruyó en 1530. Se la acusaba de alardear de su estirpe judía y de prácticas mágicas. Tras reafirmar su adhesión al catolicismo, fue castigada con cien azotes y salió en un auto de fe. Seis años más tarde, Leonor fue encausada otra vez. Nuevos testigos declararon haberla oído alardear de sus poderes, que incluían hundir una casa o invocar las ánimas. Otra mujer dijo que le había dado una receta contra la infertilidad. Fue condenada de nuevo a azotes y encerrada en la cárcel, por supersticiosa y perjura. Sólo salió para marchar al destierro.
Fuente: Paseando por la Historia
* Historia National Geographic. Nº 161
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