La Mesa de Salomón: era uno de los objetos sagrados del sancta santorum del Templo de Salomón. Fue durante siglos la pieza principal de ese tesoro que los godos exhibían con orgullo como muestra de su importancia a lo largo de la historia. La encargó Salomón para el Templo de Jerusalén a mediados del siglo X a. C y allí estuvo hasta que en el siglo VI a. C Nabucodonosor la llevará como parte del botín a Babilonia tras saquear la capital de los judíos que, gracias a Ciro, volverán a disfrutar de esos objetos en su templo en el 539 a. C.
La Mesa les fue devuelta tras la toma de Babilonia junto a varios miles de objetos saqueados en Jerusalén. Allí, en el Templo que Herodes el grande mandó construir, seguía junto a la menorá y otros valiosos objetos en el 70 d.C. En ese año, Tito, futuro emperador e hijo de Vespasiano, arrasa la ciudad y los tesoros de su templo son transportados como trofeos a Roma, recordemos el relieve del Arco de Tito de la capital que muestra a legionarios romanos transportado en paseo triunfal por legionarios romanos.
Allí permanecieron estos tesoros hasta el 410 cuando son incorporados por Alarico al tesoro real visigodo. A la muerte del rey en el Sur de Italia, algunos objetos de ese tesoro son enterrados con él pero la mesa no. Procopio la describe como de oro y cuajada de esmeraldas y algunas fuentes árabes, siglos más tarde, corroborarán esta descripción. La Mesa de Salomón viaja con sus nuevos dueños por la Galia, y se almacena en Tolosa hasta que la derrota de Vouille (507) ante los francos de Clodoveo obliga a su traslado primero a Carcasona donde la llegada de los ostrogodos en apoyo de sus "primos" visigodos evita in extremis que la mesa caiga en manos francas. El gran monarca ostrogodo Teodorico I, manda el traslado del tesoro visigodo, pueblo que ahora regenta, a la segura Rávena. Allí permanecerá hasta que, tras su muerte en el 526, su nieto Amalarico, ahora rey de los visigodos, reclame la vuelta del tesoro real. La nueva derrota que los francos le infringen hace que los visigodos pierdan una parte de ese tesoro pero la mesa logra salvarse junto a los objetos más valiosos.
La caída del reino visigodo a manos del islam supuso que los objetos más valiosos de su tesoro fueran enviados como trofeo a Damasco. La Mesa de Salomón era su objeto más destacado. Ibn Abd al -Hakam hacia el 860 nos cuenta la peripecia de este precioso objeto hasta llegar manos musulmanas:
"...Se indicó a Tariq que la mesa estaba en un castillo llamado Firas, a dos días de Toledo, gobernando por el hijo de una hermana de Rodrigo. Envió a decirle a Tariq que le concedía protección a él y a los suyos. El se presentó a Tariq, el cual le concedió el aman y le dio garantías. El jefe árabe le dijo: "Entregame la Mesa" y él la dio..."
La Mesa fue llevada por Musa ibn Nusair, el Conquistador, ante el Califa de Damasco. A partir del 715/716 se pierde la pista histórica de este fabuloso objeto. Posiblemente fue desmontada, aunque tampoco hay certeza de que así fuera.
La menorá era un candelabro de oro de siete brazos de un talento de peso, es decir unos 34 kilos. Lo mandó hacer Yahvé a Moisés. Al igual que la Mesa de Salomón fue trasladada y exhibida a Roma por Tito en el 70 donde tras ser exhibida en paseo triunfal permaneció sin grandes sobresaltos hasta el 455, año en el que Roma sufre un segundo saqueo, esta vez por los vándalos de Genserico que se la llevan a Cartago, la capital de su reino. Curiosamente Alarico no se la llevó en el saqueo visigodo de la ciudad en el 410.
En Cartago permanecerá hasta que Belisario, al mando de las legiones de Oriente acabe con la existencia del reino de los vándalos en el Norte de África.. En el 534/534 es mostrada en el abarrotado hipódromo de Constantinopla en el triunfo de Belisario. Según Procopio un judío hizo reflexionar al emperador Justiniano sobre la terrible suerte que habían corrido todas las ciudades que guardaron la menorá: Jerusalén, Babilonia, Roma y Cartago. Esto hizo reflexionar al Emperador que envió el objeto lejos de Constantinopla, a Jerusalén, de donde hacia siglos había salido. En la ciudad sagrada se le pierde la pista tras el saqueo de los persas en el 614.
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