Pilar de Valderrama y Antonio Machado se conocieron bien avanzados los años 20 del siglo pasado. Exactamente en marzo de 1928, en el Hotel Comercio de Segovia, al que ella había acudido, según he leído en los paneles de una exposición sobre su figura que aún puede visitarse en la sede central del Instituto Cervantes, en Madrid, “para reponerse de un traumático episodio conyugal”. Ella era ya lectora ferviente del poeta, e hizo todo lo posible por acercarse a él, que residía en Segovia porque por entonces ocupaba la cátedra de francés del Instituto General y Técnico de la ciudad. El poeta era 14 años mayor que ella, y era viudo de su gran amor de vida y de poética, la soriana Leonor.
Pese a las desavenencias, Pilar nunca se separó de su marido, con quien ya tenía tres hijos cuando conoció a Machado. La relación con Machado fue secreta, a escondidas. La reveló ella muchísimos años después, en 1981, cuando ya habían pasado 42 años de la muerte del poeta. Lo hizo en el libro póstumo titulado Sí, soy Guiomar. Memorias de mi vida. Así se supo quién era la enigmática Guiomar del poeta sevillano. La inspiradora de sus Canciones a Guiomar que figuran entre lo más valioso de sus últimos años.
I
No sabía
si era un limón amarillo
lo que tu mano tenía,
o el hilo de un claro día,
Guiomar, en dorado ovillo.
Tu boca me sonreía.
Yo pregunté: ¿Qué me ofreces?
¿Tiempo en fruto, que tu mano
eligió entre madureces
de tu huerta?
¿Tiempo vano
de una bella tarde yerta?
¿Dorada esencia encantada?
¿Copla en el agua dormida?
¿De monte en monte encendida,
la alborada
verdadera?
¿Rompe en sus turbios espejos
amor la devanadera
de sus crepúsculos viejos?
II
En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar sobre el río,
jardín de un tiempo cerrado
con verjas de hierro frío.
Un ave insólita canta
en el almez, dulcemente,
junto al agua viva y santa,
toda sed y toda fuente.
En ese jardín, Guiomar,
el mutuo jardín que inventan
dos corazones al par,
se funden y complementan
nuestras horas. Los racimos
de un sueño -juntos estamos-
en limpia copa exprimimos,
y el doble cuento olvidamos.
(Uno: Mujer y varón,
aunque gacela y león,
llegan juntos a beber.
El otro: No puede ser
amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varón y mujer.)
*
Por ti la mar ensaya olas y espumas,
y el iris, sobre el monte, otros colores,
y el faisán de la aurora canto y plumas,
y el búho de Minerva ojos mayores.
Por ti, ¡oh Guiomar!...
III
Tu poeta
piensa en ti. La lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía
Conmigo vienes Guiomar;
nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
se va fatigando el día.
El tren devora y devora
día y riel. La retama
pasa en sombra; se desdora
el oro del Guadarrama.
Porque una diosa y su amante
huyen juntos, jadente,
los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros monte de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos; libres somos.
Aunque el Dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure violento,
su venganza,
aunque ensille el pensamiento,
libre amor, nadie lo alcanza.
*
Hoy te escribo en mi celda de viajero,
a la hora de una cita imaginaria.
Rompe el iris al aire el aguacero,
y al monte su tristeza planetaria.
Sol y campanas en la vieja torre.
¡Oh tarde viva y quieta
que opuso al ''panta rhei'' su ''nada corre'',
tarde niña que amaba a su poeta!
¡Y día adolescente
-ojos claros y músculos morenos-,
cuando pensaste a amor, junto a la fuente,
besar tus labios y apresar tus senos!
Todo a esta luz de abril se transparenta;
todo en el hoy de ayer, el Todavía
que en sus maduras horas
el tiempo canta y cuenta,
se funde en una sola melodía,
que es un coro de tardes y de auroras.
A ti, Guiomar, esta nostalgia mía.
Comentarios