En 1556 Carlos V abdicó en favor de su hijo Felipe II . El legado del emperador Carlos no fue sólo la Península Ibérica, sino también los territorios europeos que controlaba el Imperio. El primer problema que se encontró Felipe II al llegar al trono fue la ambición de Francia de apoderarse de Nápoles y la Lombardía. Esto quedó patente con la alianza entre el rey francés, Enrique II, y el Papa Paulo IV. El monarca español ordenó entonces al duque de Alba marchar con sus tropas contra los Estados Pontificios, llegando éste hasta las puertas de la misma Roma. Temeroso entonces el Papa de que se produjera un saqueo solicitó un armisticio que le fue concedido inmediatamente, ya que Felipe II no quería enemistarse con el papado puesto que España era un referente entre las naciones cristianas. En estas estaban cuando el francés duque de Guisa se acercó a Nápoles aunque no avanzó gran cosa en la conquista de este reino. Felipe II, entonces, ordenó al general Manuel Filibert