A principios del siglo I, la maquinaria bélica del emperador romano Octavio Augusto soñaba con expandirse por el centro y norte de Europa. Sin embargo, una coalición de tribus germanas, lideradas por Arminio, supo oponerse a las implacables legiones, ocasionándoles una de sus más severas derrotas en el bosque sajón de Teutoburgo. Un desastre sin precedentes que retumbó durante siglos en los muros de la ciudad eterna. El proclamado por el historiador romano Tácito como «gran libertador de Germania», vino al mundo en algún lugar de la actual Sajonia (Alemania) hacia el año 16 a. C., justo cuando las legiones de Octavio Augusto acababan de someter los últimos focos de resistencia cántabros en Hispania. En aquellos tiempos, Roma ambicionaba expandirse más allá de la frontera natural marcada por el cauce fluvial del Rin, y los soldados imperiales establecían campamentos en la cercanía del río Elba, soñando con avanzar por el norte europeo. Arminio pertenecía a la tribu de los queruscos, gen