Al someter a nuestras células a una temperatura extremadamente baja, las células se mueren y pueden producirse heridas semejantes a una quemadura. Asimismo, los sensores que tenemos en la piel nos envían las sensaciones recibidas al cerebro, y estas sensaciones pueden ser muy variadas ya que el cerebro puede interpretarlas de forma subjetiva. Así, por ejemplo, determinadas acciones realizadas sobre nuestros detectores de temperatura, como puede ser una fuerte presión o coger nieve o un cubito de hielo, pueden llegar a ser interpretados como una sensación de calor. Eso sí, lo que nuestros detectores de la piel nos dejan muy claro es que debemos retirar la mano o tirar el cubito de hielo...