Miembro de la aristocracia icena, se casó con el rey de esta tribu celta. Al morir éste, defendió su territorio de las ansias anexionistas de Roma. Acaudilló a las tribus autóctonas y lideró un ejército –de entre 100.000 y 230.000 soldados– contra la ocupación de Gran Bretaña.
La expansión territorial del Imperio Romano se produjo no sin dificultades con terribles guerras que jalonaron de sangre y devastación el mundo conocido. En el caso de Britania, fue el emperador Claudio quien, en el año 43, ocupó la isla con cuatro legiones que avanzaron hacia al interior entre grandes muestras de resistencia local. Pero uno de los principales obstáculos ante la dominación romana lo constituyó la rabia de una indómita guerrera que puso en jaque a las mejores tropas imperiales.
La reina guerrera
La gran heroína de los británicos vino al mundo en torno al año 30, en algún lugar de la tierra habitada por los icenos, una tribu de origen celta que se distribuía por la antigua región de Anglia del Este (actuales Norfolk y Suffolk).
Seguramente, su familia formaba parte de la predominante elite aristocrática que gobernaba su pueblo, por lo que recibió una educación acorde a dicha posición social. En 48, la hermosa joven de largos cabellos rojizos y elevada estatura se casó con Prasutagus, rey de los icenos, con quien tuvo sus dos únicas hijas.
Todo hacía ver que la existencia de Boudica sería feliz junto a su esposo y viendo cómo crecía su familia en un contexto en el que los icenos sobrevivían siendo clientes de los invasores romanos. No en vano, el propio monarca había firmado un pacto con los latinos por el que se comprometía a que tras su óbito su reino fuera repartido entre sus hijas y Roma a cambio de constantes ayudas militares y económicas.
En el año 60 se produjo el fallecimiento de Prasutagus. Su esposa quedó como regente, dispuesta a proteger la herencia de sus hijas ante las insistentes peticiones de los romanos, los cuales reclamaron para sí la anexión del territorio iceno y una abundante fortuna, que incluía la dote gestionada por la ahora reina Boudica.
Su negativa ante el abuso extranjero provocó que unidades legionarias, enviadas por el pretor Catus Decianus, arrasasen la región de los icenos, humillando de paso a Boudica. Ésta fue desnudada en público y azotada mientras veía con horror cómo los soldados de Roma violaban a sus hijas. La afrenta desató la furia de la britana y, enarbolando su brillante carisma, fue capaz de convocar a las tribus autóctonas hasta entonces desunidas para enfrentarse, en un combate sin igual, contra la maquinaria bélica más demoledora del mundo antiguo.
Según los investigadores históricos, entre 100.000 y 230.000 guerreros siguieron a su jefa militar, quien antes de iniciar los combates invocó la ayuda de Andraste, la diosa celta del triunfo. Asimismo, Boudica –nombre que venía a significar, precisamente, victoria– realizó una ceremonia en la que liberó de los pliegues de su vestimenta una liebre (animal sagrado para los britanos), lo que enardeció aún más el ánimo de los insurrectos.
Con determinación, las tropas rebeldes avanzaron sobre diversas ciudades dominadas por los ocupantes. En primer lugar cayó Camulodonum (actual Colchester), en medio de violentas luchas que acabaron con la destrucción de la guarnición romana. En auxilio de la ciudad acudió la IX Legión Hispana. Pero los sublevados habían preparado un plan de emboscada que acabó con la vida de más de 5.000 legionarios.
El terror se propagó entonces por las filas latinas, ya que –siguiendo sus costumbres de guerra– los britanos nunca hacían prisioneros y los vencidos eran ejecutados sin compasión. El siguiente objetivo para los insurgentes fue Londinium (actual Londres), plaza que fue tomada casi sin oposición para ser quemada hasta los cimientos.
No obstante, a Roma, por entonces bajo los designios del emperador Nerón, le restaban en la isla de Gran Bretaña suficientes recursos y generales experimentados para sofocar cualquier levantamiento. Y en el año 61, el magister militum Suetonio Paulino asumió el mando de dos experimentadas legiones, con las que asestó un golpe definitivo a los mal entrenados guerreros que seguían a su valiente soberana.
La derrota fue total para los autóctonos y su reina, antes de verse presa del enemigo, prefirió quitarse la vida junto con sus hijas ingiriendo veneno. Según se cuenta, los rituales funerarios que acompañaron su entierro fueron fastuosos y dignos de la gran líder que fue. Hoy en día, su tumba sigue en paradero desconocido, lo que fomenta aún más la leyenda de esta indómita mujer.
Durante el medievo se borró su memoria para ser recuperada y ensalzada en el siglo XIX, donde los historiadores británicos la compararon con la reina Victoria. En 1905, una estatua de Boudica subida en un carro de guerra fue instalada frente al Parlamento británico, en Londres, como símbolo del sentimiento de libertad que acompañó a su pueblo en un momento tan crucial para los moradores de la vieja Alvión
(Fuente: Juan Antonio Cebrián)
PASAJE DE LA HISTORIA DE BOUDICA
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