Probablemente una de las musicas más hermosas que se hayan creado, fue concebida como reagalo amoroso.
Fue un matrimonio convulso y duró poco tiempo debido a la prematura muerte del músico. Gustav Mahler y Alma Marie Schindler se convirtieron en marido y mujer en el año 1902. Mahler ya era una figura consagrada en la escena musical. Asentado como director de la Ópera de Viena, comenzaba a tener reconocimientos importantes como compositor.
Por su parte, la bella e inteligente Alma fue musa de importantes figuras del siglo XX. Educada exquisitamente en el ambiente artístico vienés de principios de la pasada centuria, tocaba el piano y componía. Mahler fue el primero de sus tres ilustres maridos. Se conocieron durante el proceso de creación de la Quinta Sinfonía y el compositor envió a Alma el Adagietto como declaración de amor.
Muerte, amor y vida
La obra rebosa un estado de ánimo especial. De todas sus sinfonías es probablemente la que aglutina de manera más evidente las obsesiones mahlerianas: la muerte, el amor, la exaltación de la naturaleza, los paisajes campestres, la música popular…Se dice que es la más optimista de todo su ciclo sinfónico. La muerte está presente al inicio, pero después el amor y la vida cobran una singular importancia.
Concebida en cinco movimientos, el primero es una majestuosa Marcha Funeral, que cobra por momentos una salvaje intensidad. El desasosegante toque de trompeta inicial suena a otra famosa Quinta, la de Beethoven. El segundo movimiento se explaya en la idea de la muerte, realizando una reflexión musical de acendrados contrastes: la desesperación y el drama conviven con la dulzura y la esperanza. El Scherzo que viene a continuación, trufado de ritmos vieneses, cierra este primer bloque de la Quinta, compuesto en 1901.
De un carácter distinto son los dos últimos movimientos, el célebre Adagietto y el Finale. Están escritos en 1902 y en ellos predomina una pulsión vital distinta, más primitiva y menos teñida por las neurosis del hombre moderno. El amor y la vida se presentan sonoramente de forma pura y lúdica, con inocencia y energía adolescentes.
Regalo de amor para la historia
Es precisamente el Adagietto el que ha catapultado a la Quinta e incluso a Mahler al universo de la cultura popular del siglo XX. Al propio compositor le hubiera gustado estrenar sus obras 50 años después de haberlas compuesto, según afirmó en alguna ocasión. Probablemente hubiera encontrado un público mucho más receptivo, pues tras la Segunda Guerra Mundial, sus sinfonías, especialmente la Quinta, se han convertido en auténticos clásicos del repertorio orquestal.
El delicado Adagietto, un prodigio de honda sencillez, está concebido para cuerda y dos arpas, prescindiendo de cualquier otro colorido tímbrico. Sin embargo, alcanza una intensidad emocional sin parangón. Tal vez por ello haya servido a propósitos tan ajenos al sentimiento amoroso como ilustrar la opresiva decadencia de un escritor alemán en la película de Visconti Muerte en Venecia. O para acompañar el funeral de Robert Kennedy en NY, bajo la batuta del gran director mahleriano Leonard Bernstein.
Gustav Mahler entendió musicalmente el amor a través del Adagietto y de otros fragmentos no tan célebres, pero igualmente hermosos, que también dedicó a Alma. El regalo a su esposa queda para la historia.
(Fuente: https://www.dw.com/es/la-quinta-de-mahler-regalo-de-amor-para-la-historia/a-15917780)
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